Con tal propósito, articula una nueva forma de entender el desarrollo y la maduración psicológica infantil que pretende orientar mejor la actuación en la que apoyar la transición hacia una nueva educación. Y lo hace identificando un «síndrome de inmadurez psicológica en base educativa», cada vez más frecuente, que se halla en el trasfondo de una gran parte de las habituales dificultades planteadas por la conducta infantil y adolescente (el descontrol impulsivo, la inconsistencia de la personalidad, las crisis de autoestima y sus nefastas repercusiones, las drogas, las fobias, la anorexia, el fracaso escolar, etc.), a menudo confundidas con la psicopatología de otro origen.