Kant considera que lo «a priori» tiene una función trascendental, según la cual lo dado se relaciona con el sujeto; por ello, es el «a priori» el que funda la experiencia y no al revés.
Esta afirmación, en apariencia simple, ha desencadenado un sinfín de dificultades que la reflexión contemporánea ha tratado de esclarecer. Acercarse a una solución a la altura del hombre actual es la finalidad de esta obra, en la que la filosofía vuelve a reclamar su papel como formuladora de la verdad de la experiencia desde la razón.