En una visita a El Escorial, para fotografiar unas ilustraciones de códices de Alfonso X el Sabio en la Biblioteca del Monasterio, para enriquecer ese proyecto, conoce casualmente a una joven, Laura, con la que traba una amistad sui generis. En la relación entre ella, casi adolescente, y él, un hombre maduro, se revive uno de los pasajes más bellos de la obra del autor cordobés.