«Morí un 3 de mayo. Ese día dejé de respirar, de sentir, de oír, de pensar, de reír. Lo mejor que te puede pasar en la vida es amar y ser amado. Y perder esa sensación es mucho más doloroso que no tenerla nunca.»
Dos meses después de la muerte de Jonas, Lena, fotógrafa profesional, reúne el valor necesario para cumplir la última voluntad de su marido: esparcir sus cenizas en los campos de lavanda del corazón de la Alcarria. Allí se reúne con el grupo de amigos de Jonas, entre ellos Daniel, su primo hermano, un sacerdote con el que comparte los sentimientos de amor y pérdida, y que guarda para sí muchos silencios.
Sin embargo, igual que se heredan los afectos, se heredan también los odios. Lena deberá lidiar con la presencia amenazante de su cuñado Marco, un hombre envidioso y mezquino que no está dispuesto a respetar su duelo. Coincidiendo con el Festival de la Lavanda, recordará su historia de amor con Jonas y todo lo que se llevó consigo, reforzará lazos de amistad y desvelará secretos familiares escondidos durante demasiado tiempo.
La crítica ha dicho...
«Pese a la continua y acertada tensión que nos hace regresar a nuestras propias lesiones, su lectura, tan intimista, está dominada por una celebración de la vida, aunque flote durante toda la historia el pensamiento mágico de lo que pudiera no haber sucedido. [...] La autora logra contar desde las entrañas lo mil veces narrado de forma tan primitiva e íntima como su propio daño con una estructura altamente cinematográfica, tan hiriente como balsámica. Y acierta de pleno.»
Ángeles Lopez, La Razón
En los blogs...
«La memoria de la lavanda es un cuaderno de bitácora para atravesar el duelo, que nos acerca unos a otros, que nos despoja de banalidades, que nos humaniza y nos iguala. He salido de este viaje a Tármino con ganas de visitar los campos de lavanda y hacerle una visita a Jonas y así decirle que yo, al igual que Lena, nunca lo olvidaré.»
Blog Lecturápolis