Era de justicia que recuperáramos en el XXI la figura de Stephen Crane, considerado por sus contemporáneos contrario a los más nobles principios de la ética, y olvidado a lo largo del XX. Fue el padre del naturalismo norteamericano, un estilo que tiene en sus obras, "Maggie: una chica de la calle" (1893), "La roja insignia del valor" (1895) y "El bote abierto" (1898), algunas de las historias más hábiles de la literatura, casi dostoievskianas.