FrançoisJacob parte del supuesto de que, contra lo que cabría esperar, una época o una cultura no se definen tanto por el conjunto de sus conocimientos y saberes como por las preguntas e inquietudes que en ella se plantean. La lógica de lo viviente quiere ser la historia de las preguntas formuladas en relación con la herencia; la historia de los esfuerzos para que se abran paso las nuevas preguntas o, sencillamente, se reformulen las clásicas. Siguiendo esa interrogación constantemente replanteada en los últimos siglos, Jacob nos muestra cómo se ha ido transformando la concepción de la vida y del ser humano, y cómo las respuestas abandonaron el marco de la revelación divina para convertirse en materia de investigación. Por encima de la acumulación de resultados, la biología progresa en la medida en que sigue luchando por la experimentación científica.
La lógica de lo viviente también nos enseña que en ciencia, tan importante como el resultado, por novedoso que sea, es la apertura, la primacía de la crítica, el sometimiento a lo imprevisto. Como se nos dice en el prólogo, «hace mucho tiempo que los científicos han renunciado a la idea de una verdad última e intangible, imagen precisa de una realidad que estaría esperando que se la descubra a la vuelta de una esquina. Ahora ya saben que tienen que conformarse con lo parcial y lo provisional».