Argumento de La Isla Prometida
Encuadernación: Rústica con solapas.
El acero del buque cortaba con cabezonería casi humana aguas y vientos, alejaba a Anna de su vida y sus seres queridos, y ella se decía, para tranquilizarse, que tal vez los porqués no son lo más importante de esta vida, que aquel viaje hacia el Océano Pacífico ya le había enseñado, incluso antes de llegar al remoto país de los huilliches, que nunca hay que buscar motivos a las sacudidas del destino.
El destino es un viaje sin brújula.
Sentada en el estrecho camarote, al que alguien había bautizado acertadamente como «el camarote de los cuentos», Anna escuchaba cómo el camarero indio narraba con elocuencia a su pequeño auditorio aquel antiguo e improbable tiempo en que la Luna y el Sol se olvidaron para siempre de los humanos. El asombro y el interés brotaban como fogatas en los ojos de los dos hombres y la mujer que atendían la inquietante leyenda, pero Anna huía a veces del cuento y se recordaba a sí misma como en una nebulosa, saliendo una mañana de su casa en Amsterdam, feliz y despreocupada, ajena a la aventura que estaba a punto de emprender, satisfecha en la creencia de que en esta vida todo tiene un sentido, una motivación, una permanencia y, sobre todo, un equilibrio... 1