Su ámbito es la filosofía. Su recorrido zigzagueante por entre los pliegues de un problema tan antiguo como a menudo mal planteado: el de la inmanencia y la trascendencia en relación con lo sagrado. Sus interlocutores, Heráclito, Platón, Spinoza, Hölderlin, Heidegger, Otto, Lévinas y Deleuze, entre otros; pero también ciertos textos sin rostro como, por ejemplo, la Ilíada o el Corán.
Su conclusión podría resumirse de la siguiente forma: la trascendencia significa la ruina de lo sagrado, por más que nos obstinemos en no quererlo así. Y su argumento. éste en rigor no existe, pues el pensamiento carece de otro que no sea él mismo, lo que equivale a decir que no consiste sino en trazar problemas y maneras de atravesarlos. Al fin y al cabo, la filosofía es un volver una y otra vez sobre las mismas cuestiones rodeándolas permanentemente para mejor adentrarse en ellas y, de ese modo, precisarlas; de ahí que sea tan «inútil» como indispensable.