La experiencia cualitativamente nueva en la Iglesia argentina de la década de 1960 inaugura una verdadera Iglesia popular, perseguida implacablemente por las clases dominantes, que desmantelaron a sus organizaciones y asesinaron, secuestraron, encarcelaron u obligaron al exilio a muchos de sus militantes. Aparentemente, el intento de una Iglesia realmente comprometida con los pobres terminó en un fracaso rotundo. En este libro Rubén Dri lo desmiente rotundamente: así como la muerte de Jesús no significó la muerte de su mensaje sino que fue el preanuncio de su resurrección, los sufrimientos, los exilios y los encarcelamientos marcaron definitivamente un nuevo nivel de la conciencia cristiana, que se ha de seguir traduciendo en un compromiso real junto al pueblo oprimido.