El cariño que un viejo tiene a los pajarillos enjaulados (de niño ya presenció como un centenar de ellos, todos apiñados en una gran jaula pero que era insuficiente y se golpeaban unos con otros), hizo nacer en el entonces niño y hoy viejo, el viejo Tomás, que dedicó toda su vida al cuidado de esas avecillas que estaban en libertad. Dándoles de comer acudieron hasta él que fue haciéndose querer por aquello pequeños seres, pues el viejo además de alimento les daba cariño y un tierno amor. Los tomaba entre sus manos, les rascaba la cabeza, los besaba y les hablaba casi continuamente. Si lo entendían o no, ellos sabrán, lo que si era cierto que hacían lo que el viejo les mandaba, siempre con gran cariño. Lo que hacía el viejo con los pájaros fue presenciado muchas veces por un niño cuando regresaba del colegio y llegó a querer tanto a aquel hombre tan bueno con los animalitos que se contagió del hacer del viejo entablándose entre ambos una amistad que se fue extendiendo a toda la familia del chaval hasta llegar a ser el “abuelo” de todos. Una bonita historia con sus altos y bajos pero que al final resulta ganadora la amistad, el cariño y el amor.
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Todo Makoki
Cómo no Hacer Nada
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