De la fórmula poema épico-cómico en prosa que Fielding (1707-1754) elige para encuadrar Joseph Andrews dentro de la tradición literaria clásica, el elemento más significativo es sin duda el adjetivo cómico. A partir de la figura de Don Quijote y con la creación del vicario Adams, Fielding consigue mantener el afecto de los lectores hacia el personaje, a pesar de su absurdo comportamiento, gracias a las virtudes que lo adornan.
El autor no hace el menor esfuerzo por pasar inadvertido: no nos ofrece el placer de la simulación de la realidad, sino el espectáculo del arte y de la inteligencia es fructífera conjunción. Quizá lo más destacable de Joseph Andrews sea la presencia de ese narrador que se muestra alternativamente irónico y moralista, que jamás se identifica plenamente con ninguno de los puntos de vista que expone y que se obstina en su independencia sin concedernos otra seguridad que la omnipresencia de su voz.