La Herencia del Coronel. Publicado originalmente en Fierro por entregas y luego editado en formato de álbum en Francia, fue nominado al premio mayor del festival de Angouleme 2008. Se editó en Argentina como El síndrome Guastavino (su título original) y en España es ahora publicado por Dibbuks utilizando el mismo título francés.
Elvio Guastavino es el fiel retrato del burócrata gris e insignificante. Un oficinista de Ministerio que se desenvuelve en una atmósfera opresiva y explotadora, ganando un sueldo paupérrimo y recibiendo un trato tiránico y despótico, donde el reiterado miedo al poder forma parte de su miserable vida. Es hombre temeroso, solitario y, aparentemente, inofensivo que vive con su anciana madre invalida, a la cual descuida en atender por una obsesión compulsiva y angustiante, que sostiene con una muñeca de porcelana del siglo XIX (a quien llama Luisita) que un judío anticuario exhibe en la vitrina de su tienda de antigüedades y a la cual Guastavino no puede comprar (rescatar) debido a su elevado costo.
Elvio es un hombre desquiciado, atormentado por sus inquietantes recuerdos de un mórbido pasado y es también un producto, un fruto de la visión crítica de esta fábula de horror de Trillo: la valida condena a los militarismos latinoamericanos (no solo al argentino del cual se ocupa la historia) que bajo el pretexto de la defensa de los ideales de patria y religión se convirtieron en autenticas fuerzas de ocupación en sus propios países, haciendo de la bestial tortura a civiles y la demencial represión interna una práctica común contra su propia ciudadanía. Donde el brutal sadismo y el abuso sexual formaban parte de sus sistemáticos métodos antirevolucionarios dirigidos a controlar el orden interno en forma deshumanizante, revelando además una atroz idea: que el machismo desorbitado, propio de la autoritaria formación militar, finalmente los conduce a una salvaje perversión contra la mujer. A su espeluznante cosificación como simple objeto sexual para un sádico deleite.
El dibujo humorístico y casi caricaturesco de los personajes (realizado por Lucas Varela, uno de los mayores talentos argentinos surgidos últimamente) retratándolos en un entorno realista, grisáceo y decadente, hacen de adecuado contrapeso a esta fábula repulsiva, indignante y de terror. Esta historieta es uno de los puntos más altos en la extensa y genial producción de Carlos Trillo.