La tragedia de Once y los prolongados apagones no son hechos aislados
sino la devastadora consecuencia de una política de privatizaciones que
prometió mejorar los servicios públicos y la calidad de vida de la
población. Sin embargo, todo fue peor. La realidad de unas prestaciones
deficientes, al límite de parámetros mínimos de seguridad y con muy
precario mantenimiento es tangible para millones de argentinos estafados
y transformados en rehenes indefensos de compañías "blindadas" por la
inacción de los entes reguladores. Subsidios que no van a inversiones y
un Estado que no controla en qué usan los fondos públicos las empresas
concesionarias son apenas dos ingredientes de un cóctel explosivo que ya
se cobra víctimas. A poco más de veinte años de iniciado este proceso,
un ensayo de actualidad periodística sobre el impacto de las vergonzosas
privatizaciones en la vida cotidiana de los argentinos.