La fuga de Joaquín Guzmán Loera la noche del 11 de julio de 2015 de la prisión de El Altiplano se ha transformado en un ícono de la debacle de la política de seguridad en el México de Enrique Peña Nieto.
El multipremiado periodista Raymundo Riva Palacio explica en este libro cómo fue posible la segunda evasión del Chapo Guzmán, y revela el deterioro al que han sido sometidos los sistemas de seguridad penitenciarios durante el gobierno de Enrique Peña Nieto.
He aquí la crónica de una fuga que empezó a prepararse mucho tiempo antes de que capturaran a Joaquín Guzmán Loera en febrero de 2014.
Raymundo Riva Palacio comienza el recorrido en 2012, cuando se aprobó que la Secretaría de Gobernación absorbiera a la de Seguridad Pública Federal. A pesar de que esta última era la más importante en crecimiento, quedó reducida a una Comisión Nacional, desde donde se produjo un desmantelamiento sistémico de la seguridad en los penales, el relajamiento de las barreras legales contra los criminales y el otorgamiento de privilegios inexplicables.
El túnel que usó el célebre narcotraficante fue la vía rápida hacia la peor crisis del sexenio: exhibió no sólo el desastre del diseño institucional, sino la frivolidad con la que actuaron en su construcción. Fueron tantas las alertas emitidas y tantos los sistemas que fallaron a la vez, que resulta demasiado grande el error para que sea circunstancial.
Quedará así, como un ícono de la debacle de la política de seguridad, lo que pasó la noche del 11 de julio de 2015 en El Altiplano, con el inolvidable grito de fondo del comisionado Hernández Mora a la coordinadora de reclusorios, Celina Oseguera Parra: "¡Benito no se ve en los monitores!". El Chapo Guzmán se había vuelto a escapar.