Ante la pregunta que seguramente el lector se ha hecho en alguna ocasión, ¿Existe Dios?, el filósofo alemán contesta: Dios mismo no es otra cosa que la esencia de la fantasía o de la imaginación del hombre, la esencia del corazón humano. A esta y a otras interrogantes Feuerbach responde en este escrito con la lucidez propia de los grandes pensadores de la filosofía universal.