Creyó firmemente en la igualdad entre los sexos, en un tiempo en el que la sociedad había emancipado al hombre pero había olvidado emancipar a la mujer. Utilizó todos los recursos a su alcance para demostrar, con hechos, que la inteligencia no tiene sexo, que los paradigmas de masculinidad y feminidad, tan arraigados en la sociedad decimonónica, no eran más que una falacia.
Fue la primera ateneísta y la primera periodista de España, cuando la ciencia, las instituciones y la sociedad relegaban a la mujer al hogar y a la familia. En resumen, vivió, a caballo entre los siglos XIX y XX como hubiera vivido en el siglo XXI. Libre, dueña de su propio destino y dedicada a lo que siempre amó.