Moviéndose dentro de ese triángulo de mujeres, y enredado en una enigmática e hipnótica urdimbre de casualidades que también atrapa al lector, Iturbe va comprendiendo que no somos culpables de los actos de nuestros antepasados, y explica a Lili que cada cual tiene la obligación moral de decidir de quién es heredero, cuáles son las referencias, dónde estuvo la razón y la verdad, y si ésta significa algo.
Así, y a través del azar y del humor, el pasado y el presente vuelven a trenzarse en una historia llena de preguntas y en la que, rebosante de inteligencia, lucidez y ternura, un Ramon Saizarbitoria en estado de gracia vuelve a asombrarnos con un talento narrativo extraordinario.