¿Tiene la vida situaciones en que las respuestas pacíficas, dialogantes, civilizadas, resultan inútiles? En esta novela, ambientada en el periodo de violencia que vivió la historia europea durante el siglo XVI, se sostiene que el asesinato es, para aquel que sufre, un acto moral más valioso que la resignación.
La violencia, sin embargo, no se manifiesta desde la brutalidad animal, sino desde su contrario humano, la inteligencia; y no es actitud primaria, sino acto de justicia. Como dice uno de los personajes de La dulce ira, si usa el culto su sabiduría y el hermoso su belleza, ¿qué mal hay en que el fuerte use la violencia?
Un libro inquietante.