La dimensión de lo invisible es un intento de diluirse en el ser mismo del lenguaje. Por eso nos conduce, como un animal vacío, hacia los márgenes, un espacio abierto en plena transparencia. Los poemas que lo configuran pretenden indagar en un conocimiento que es con frecuencia incierto, inagotable y sesgado, pero ¿no es así, en el fondo, todo conocimiento y toda realidad? Se trata, en suma, de acariciar la verdad y no romperla. «Crear [...] lo que es ya ruina, duración; entrar no ya en el hoy, sino directamente en la memoria» (J. A. Valente). Y desvelar ese temblor que habita en el lugar exacto del misterio.