Álvaro es gallego y Amelia alicantina, de Torrevieja. Se enamoran en Santiago de Compostela y se casan en la iglesia de Santiago, de Orihuela. Durante la luna de miel de la pareja, en un pazo de Lugo, la vieja Meiga atemoriza a la novia con sus malos augurios. Pasan los años y la amarga profecía se cumple cuando menos lo esperaban. La terrible enfermedad de Amelia somete a una terrible prueba a Álvaro. El Destino ha repartido sus cartas y cada personaje las va a jugar como mejor sabe, pero la Vida también entra en la partida y la Muerte se reserva la última baza. ¿Cuántas heridas puede soportar un alma humana? ¿Es posible que la delicada piel espiritual que la recubre cicatrice si ha recibido los fieros zarpazos de la vida? ¿En qué grado sería justificable la traición cometida en circunstancias de frustración extrema? ¿Poseemos la heroicidad del perdón cuando hemos sido heridos y sangramos abundantemente? ¿Qué hace falta para escapar del laberinto de la desdicha? En La delicada piel del alma la autora muestra su preferencia por el estudio psicológico de personajes y nos ofrece una novela de pasiones que van del amor -erótico, espiritual, maternal, filial- al odio y al desprecio. Aquí los personajes también cuentan como lugares a los que se adhieren los recuerdos. La dignidad personal es la salvaguarda de las vidas aparentemente fracasadas.