En un oscuro callejón, entre cubos de basura y cajas vacías, está sentado el Borracho Filipo, un harapiento y cincuentón vagabundo. Bebe de un cartón de vino de marca Octavio, nombre de emperador y néctar para pordioseros. A su lado, un escuálido joven de rostro apesadumbrado, Aristóteles, víctima también del infortunio y el vino barato, escucha al viejo hablar.
BORRACHO FILIPO: Algún día tú cuidarás de que el gran Alejandro, hijo mío y de la casquivana Olimpia, alcance el saber necesario para gobernar cuando tenga que sucederme en el trono.
ARISTÓTELES: (Quitándole el vino de las manos de mala manera) No empieces otra vez. Tu hijo está Soto del Real por atizar a un municipal con un zapato.
BORRACHO FILIPO: (Haciendo caso omiso) ¿No es cierto que la debilidad de los gobernantes comienza por la simpleza de sus conocimientos? La Filosofía es necesaria para alcanzar a comprender el bien común, que hace que los ciudadanos entiendan que su sitio está dentro del Estado, y que éste se nutre y se alimenta de ellos, como parte integrante de un ente mucho más importante?, trascendente.
ARISTÓTELES: (Se rasca los pies) ¡Me están matando los sabañones! No hemos comido en tres días y el dinero que nos dio la vieja por regar su jardín lo gastaste en una botella de ron. ¡Como si estuviésemos para lujos! Y ahora encima sufres alucinaciones.
BORRACHO FILIPO: Alejandro será un gran gobernante, y su espada, que en un principio será teñida de sangre para conquistar, no tardará en ser reemplazada por la pluma, con la que elaborará un Estado fuerte pero justo, con leyes sabias y rectas.
ARISTÓTELES: Si bebieras menos...
BORRACHO FILIPO: (Sorprendido, se vuelve hacia Aristóteles) ¿Acaso no son ciertas mis palabras, oh, suspicaz sabio?
ARISTÓTELES: El vino te quita credibilidad.
BORRACHO FILIPO: (Se rasca pensativo la barbilla) Hubo un tiempo en que Olimpia estuvo empeñada en que Alejandro fuera artista. Escultor, músico, quizás poeta?
ARISTÓTELES: (Bebe un trago de vino) Artista, ¿eh? (Hace un gesto de asco y tira el vino) ¡Esto está lleno de pelos!
BORRACHO FILIPO: (Levantando el puño, y mirando al cielo con solemnidad) ¡Artista nunca! (Se vuelve hacia Aristóteles) Los caminos del arte son procelosos. Miseria, envidia? Muchos son los obstáculos. Pocas las satisfacciones. Y demasiado ego. Déjame, viejo amigo, que te cuente una historia.
ARISTÓTELES: (Hace un gesto de fastidio) Supongo que negarme es inútil. El destino es el destino
BORRACHO FILIPO: Ahora comienzas a hablar con sabiduría...