«Mientras tomaba mi taza de té y me preparaba a contar la película de pie contra la pared blanca, mi padre no se cansaba de repetir a sus invitados que aunque la película fuera en blanco y negro y a medida pantalla, esta niñita, compadres, parece que la contara en tecnicolor y cinemascope.»
Cuando al poblado llega una de Marilyn Monroe, Gary Cooper o Charlton Heston, o una mexicana con hartas canciones, en su casa se juntan las monedas exactas para un boleto y la mandan a ella a verla. Al llegar del cine tiene que contarle la película a su padre, postrado en un «sillón de ruedas», y a sus cuatro hermanos. Luego, ya famosa, a todo un público que la espera impaciente.
Junto a las peripecias de la niña, convertida de pronto en la mejor contadora de películas de la salitrera, Hernán Rivera Letelier va narrando la historia mágica de los cines en la pampa, en sus tiempos de esplendor y decadencia.