Enri Palmares es un veinteañero. Después de doce años de abusos y tras una terrible violación que casi le cuesta la vida, decide denunciar a su agresor: el padre Graciano. El sacerdote, en su declaración ante la policía local, se defiende bajo el argumento de que lo de ellos era más una relación homosexual. A partir de este momento, la comisaría del pueblo se convierte en el escenario para atestiguar un relato desgarrador a dos voces: víctima y victimario, cada uno buscando recuperar sus afectos perdidos. A partir de un hecho real, el autor de La confesión logra una novela que señala, como nunca antes, a todos aquellos que se han atrevido a justificar la pederastia en nombre de Dios: «Ya te dije que si hay consentimiento no hay abuso, manifieste lo que manifieste la hipócrita ley humana. Estoy tranquilo con mi conciencia».