Entre los recuerdos de Yann y el escepticismo de Tanquerelle irá apareciendo el bagaje ideológico del proyecto, los azares que lo hicieron posible, la actividad económica que lo sustentaba, sus vínculos con la comunidad rural vecina... El movimiento de mayo del 68 va a proporcionar a Yann y a sus compañeros el sustento ideológico para una voluntad compartida: escapar de un mundo regido por la burguesía y el individualismo. Cuatro años después él y sus amigos trabajan colectivamente en una serigrafía fundada con la ayuda de su padre. Todos tienen entre 20 y 25 años y empiezan a soñar con trasladar su actividad y su vida al campo... Dan así con una vieja molinería que se convierte así en el marco de una nueva experiencia colectiva: trabajar sin patrón, sin horarios, cultivar sus propios alimentos, alcanzar la autonomía y renunciar al mundo de la facilidad y del consumo. Comienza entonces una aventura que se vive no como una utopía sino como una evidencia compartida... Pero de entrada... hay que reformarlo todo, o incluso reconstruirlo... La molinería llevaba varios años abandonada y casi todo está en ruinas. Son muy pocos los que conocen algo de albañilería, pero con mucha voluntad y la ayuda de diferentes amigos, se ponen manos a la obra y convierten la comunidad en una laboriosa colmena. Empiezan instalando el taller de serigrafía y habilitando unas pocas casas para los que ya se han mudado. Seis meses después varias familias están ya instaladas... En paralelo al rechazo del consumismo se alaba la autosuficiencia: así, entre todos, van a cultivar un huerto, varias hectáreas, criar cerdos, patos, gallinas... Y poco a poco, entre curiosidad, errores y favores, llega el contacto con el vecino, ¡el idolatrado agricultor!