La ciudad y la casa es una novela peculiar, que se desgrana a través de las voces de amigos, amantes, hijos y padres, pero nadie se atreve a mostrar sus emociones a flor de piel. La vida entera de estos hombres y mujeres queda filtrada por la escritura, por unas cartas que dicen tanto como esconden.
Los viejos apartamentos de Roma, los pequeños estudios de Princeton o unas fincas de campo que ya nadie quiere cuidar son testigos vivos de un ir y venir de baúles, papeles viejos, libros queridos y palabras a medio decir que conforman una historia espléndida en su desolación y en la búsqueda terca de una verdad que no caduque.
Podríamos hablar de una novela epistolar, pero La ciudad y la casa es mucho más que eso: la gran Natalia Ginzburg nos habla aquí del fin de una familia, de la crisis de los valores tradicionales, del vacío que se instala en el ánimo y en las casas que habitamos cuando ya no hay razón para conservar lo que antes parecía importante.
Con su estilo sobrio y poético a la vez, la autora italiana consigue cabalgar el tiempo: aunque hayan pasado más de treinta años, esas ciudades y esas casas nos traen algo que se queda con cada uno de sus lectores.
«Tú una casa la puedes vender o dejar a quien te dé la gana, pero siempre la llevas contigo.»
Natalia Ginzburg