En la última década del siglo IV d. C., el emperador Teodosio gobernó todavía sobre un Imperio tan extenso como el del gran Augusto y dirigió un imponente ejército de cientos de miles de hombres.
Menos de ochenta años después, tanto el Imperio como el ejército habían sido destruidos. ¿Cómo sucedió? Las invasiones bárbaras desempeñaron desde luego su papel, pero la causa fundamental recae en el interior del mismo ejército.
Una inmensa reserva móvil creada por Constantino (306-307) debilitó fatalmente las fuerzas fronterizas y reforzó a la caballería a expensas de la infantería. La introducción de aliados bárbaros como refuerzo del ejército bajó la moral y la disciplina de la infantería. Todavía, en las batallas cruciales contra los godos y los hunos, fue la infantería, no la caballería, la que decidió la suerte del Imperio.
La derrota de la infantería romana condujo a la caída de la misma Roma.