Sin embargo, La búsqueda..., el texto más extenso del llamado ciclo onírico, contiene el elemento crucial que marcaría los relatos de horror de la última y más fructífera década del autor, la premisa de que las leyes humanas, el bien y el mal carecen de validez en la inmensidad del cosmos, en un universo ilimitado en lo espacial y lo temporal donde la humanidad no es más que una anécdota insignificante.
La visión fugaz de una «ciudad maravillosa del atardecer» lleva a Randolph Carter a zambullirse en un mundo onírico de tintes lisérgicos y tan lleno de enigmas como la Ruta de la Seda que exploró Aurel Stein. Carter transita por un universo alternativo, desde el bosque encantado donde habitan los zoogs, a las alturas del Ngranek, la fabulosa Celephaïs, la ciudad de los gatos de Ulthar o el bullicioso puerto de Dylath-Leen con sus extraños mercaderes. Los avatares llevan también al viajero a la luna, donde habitan criaturas con aspecto de sapo y a un mundo subterráneo poblado por monstruos surgidos de la inagotable imaginación del autor. Por todas partes, Carter buscará una forma de acceder al castillo de ónice para preguntar a los dioses de la tierra por esa ciudad maravillosa del atardecer.