Le Monde
«He hablado mucho de mi tierra natal, de las mujeres condenadas, de la guerra que se llevó a mi hermano y dispersó a mi familia por todo el mundo... Pero nunca he evocado mi exilio. En cuanto me dispongo a describirlo me descubro desvalido, mudo, como frente a un agujero negro. El exilio es un camino sin retorno. Una vez en él, ya no podemos abandonarlo. Nos convertimos para siempre en una criatura errante, estamos tejidos de otros lugares. Yo soy como la calimorfa, esa mariposa migratoria de alas negras con rayas blancas que, tras abandonar la crisálida, está condenada a volar día y noche».
A través de sus recuerdos y sus reflexiones, de sus poemas y sus caligrafías, Atiq Rahimi nos propone en La balada del cálamo un íntimo y personal autorretrato, una lírica meditación sobre la deriva de nuestras vidas al suspender cruelmente el poderoso vínculo que las une a la tierra natal.