A esta realidad se une la emoción misma de la ausencia, que no se localiza en un lugar exacto pero que, sin embargo, «palpita, saliva y existe; conduele, clama, desconsuela». Esa nada que segrega la ausencia, ese silencio, se pone muchas veces de manifiesto en el amor, la música, la pintura, el dolor, la política. y no tiene rescate ni redención, por ahora.
Vicente Verdú, con esa hondura a la que nos tiene acostumbrados, desmenuza en este libro todas y cada una de estas ausencias.