Si es verdad que somos lo que comemos, también es cierto que somos lo que habitamos, y basta con entrar en una casa para saber no solo qué posee, sino qué esconde y qué desea su dueño.
La felicidad depende de la idea que tenemos de nosotros mismos, de la capacidad de casar lo que es con lo que debería ser, y eso se refleja en los objetos que nos rodean. Así es desde tiempos inmemoriales, y Alain de Botton nos lleva de la mano para que revisemos bajo esta óptica un tanto insólita los edificios que han marcado la historia de la arquitectura, desde la Villa Rotonda de Palladio hasta las casas funcionales de Le Corbusier y los rascacielos de Jean Nouvel.
Stendhal dijo que la belleza es una promesa de felicidad, y cada cual tiene una idea de belleza de acuerdo con la época y las circunstancias en que le ha tocado vivir. Por eso lo que fue hermoso un tiempo, ahora no puede reproducirse tal cual sin que nos parezca inadecuado. Cierta innovación se impone, pero hay elementos arquitectónicos que se repiten a lo largo de los siglos porque responden a las necesidades hondas de los humanos, y el camino de la felicidad se apoya en ellos: en la simetría, por ejemplo, o en las curvas de ciertos objetos. Donde esté la disposición adecuada de líneas y trazos, estará nuestro hábitat ideal, ese lugar al que nos gusta volver porque ahí reencontramos lo mejor de nosotros mismos.
Reseña:
«Para Botton, la arquitectura y el diseño son algo intensamente personal. Los edificios tienen carácter, vicios y virtudes, miran al mundo con una cara casi humana.»
William Grietes, The New York Times