La antigua Grecia en el cine es un libro que nace de la admiración y de la infancia, que casi son lo mismo. Los que crecimos viendo películas en sesión doble desde los gallineros de los cines tenemos una deuda enorme con lo que ahora llamamos peplum, es decir, con el "cine de romanos" (también de griegos y de egipcios) de toda la vida, un cine popular sin demasiado interés por el rigor histórico. Las viejas películas ambientadas en la antigua Grecia son admirables porque, en su sencillez, nos ofrecen mucho y no piden casi nada a cambio. Sólo piden que el espectador suspenda un ratito la incredulidad y esté dispuesto a viajar en el tiempo hasta la antigua Grecia, una Grecia más o menos monumental, más o menos histórica, más o menos mítica, más o menos desquiciada y más o menos todo. Decía Aristóteles que la filosofía nace de la admiración. Pues bien, digamos que este libro, que no es más que una rendida reflexión acerca de las viejas y nuevas películas "de griegos", nace también de esa admiración.