El autor expone en su obra lo que es común a los dos medios y lo que los diferencia: en efecto, el cine está sometido, como gran parte de la literatura, a la necesidad de «contar una historia». Al mismo tiempo, es representación, imagen basada en códigos procedentes de la pintura, la fotografía, el teatro. Y finalmente, está hecho de encuadre, de montaje, de tiempo, de cuerpos, de espacios y de sonidos. El autor analiza en qué medida la narración cinematográfica es característica del cine en su capacidad de crear, a través de los modos de expresión que le son propios, una gama inagotable de significados y emociones.
Las cuestiones de la fidelidad y de la traición, de la escritura literaria y de la escritura del guión y de los diálogos se abordan a partir de ejemplos detallados y documentados: Renoir adapta a Maupassant, Gorkiï o Flaubert, mientras que Welles adapta a Shakespeare y David Cronenberg a William Burroughs; Robert Bresson adapta Diario de un cura rural , los hermanos Cohen eligen La Odisea y Tim Burton, Charlie y la fábrica de chocolate .