Del examen de la correspondencia de Karl Abraham con Sigmund, entrecruzada cronológicamente con documentación paralela, de desprende una relación marcada por su deseo de independencia y el resentimiento por la sustracción de sus ideas. En el marco de una compleja trama de intrigas intestinas en torno al poder entre los siete miembros de un Comité encabezado por el Profesor, que en secreto regía el movimiento psicoanalítico mundial, se plantea la posible colusión de éste a su ascenso e inducción a enfrentarle, como adalid de la ortodoxia, con sus sucesivos delfines, Jung y Rank. Abierta la sucesión por el cáncer de Freud y designado Abraham unánimemente por los demás miembros a la Presidencia de la Asociación Psicoanalítica Internacional tras el presumible fallecimiento el único recurso del fundador del movimiento para impedirle flanquear el acceso era inducirle a colidir con él. La muerte inesperada de Abraham, en la cumbre, se encargó de allanar el camino sucesorio a la hija del fundador.