La obra de Knorr ha generado un hondo compromiso y una fascinación por la taxidermia, los objetos y los espacios; es una práctica conceptual que de forma continua y coherente perturba la mirada institucional. Knorr abarca el pluralismo y la deconstrucción de instituciones, para explorar el lenguaje, el deseo, el género y la fantasía. Aunque estos temas dominaron el paisaje teórico post-estructural de los años 80 y 90, Knorr los ha desarrollado con originalidad y fuerza en su trabajo reciente, exponiéndolos a nuevas influencias sorprendentes, especialmente después de su viaje a la India en 2008.
El ritual, la ostentación y la muerte son conceptos clave en la fascinante obra de Knorr; es un trabajo poético, profundamente misterioso, alegre y elegante, que implica ideas y conceptos originales y métodos novedosos de producción. La visión de Knorr, y las técnicas que emplea, la acercan más al pintor que al fotógrafo convencional. Dispara con cámara de formato grande, pero después dedica muchas horas en su estudio a la producción digital (posterior) de una sola imagen, desplazando e insertando, editando, mejorando, iluminando e intensificando el color. El teclado y la pantalla son su paleta y su pincel; la fotografía final que el espectador ve en la galería constituye su lienzo. La fotografía de Knorr es un proceso creativo que supone un encuentro directo e intenso con la tecnología, sin descartar por ello las técnicas fotográficas tradicionales. Los espacios representados forman un lazo nostálgico con el pasado, con rituales y sensibilidades en vías de desaparición, con los valores jerárquicos, con la realeza y la aristocracia como una raza perdida. Nos brindan un recuerdo de la historia, tanto privada como pública: muchos de los museos que Knorr fotografía fueron antaño las casas de la nobleza y de la aristocracia.