?Kant y el chimpancé? aborda un tema crucial: cuánto persiste de animal en nuestra naturaleza. Los seres humanos oscilamos entre la animalidad primaria de un chimpancé y la excelencia intelectual de Kant: en ocasiones, más cerca de uno y en otras ocasiones, más cerca del otro. Los seres humanos somos el resultado de una larga evolución, mineral y cósmica, primero, y biológica y terrestre, después, de la que necesariamente debemos conservar alguna huella. ¿Es posible que las raíces de unos conceptos tan nobles como el sentido de la moral y el sentido de lo bueno estén en el ámbito de lo que habitualmente se denomina «naturaleza»? La cultura del ser humano es una continuación de las predisposiciones de la naturaleza y, debido a las protoculturas animales, el pensamiento de Kant hunde sus raíces en la animalidad. En conclusión, todos nosotros somos a la vez Kant y chimpancé.