Los árboles conservan el latido del mundo.
Pon tu oído en su piel.
Por la piel de los árboles respira la tierra, llora, suda: las hojas son su bienaventuranza,
los nidos su alegría.
Cuando llega el incendio hasta el bosque
los árboles cierran los ojos:
cada gota de llanto es precisa para salvar la raíz.