Larsen llega a Santa María con Irene, Nelly y María Bonita, tres prostitutas entradas en años con las que monta un burdel. No se trata de un lugar cualquiera, dedicado al simple desahogo sexual, o al menos eso es lo que pretende Larsen. Allí, gracias al saber hacer de las viejas meretrices, los hombres conocerán el paraíso y alcanzarán la felicidad.
Esta excéntrica empresa se topa con la oposición implacable de las gentes de bien, como el padre Bergner, cuyos sermones incendiarán los ánimos de los parroquianos.