Argumento de Juicios por la Prensa y Ordenamiento Constitucional
Sentimiento y contraste de la realidad son dos formas distintas
de aproximación a un mismo fenómeno, que no necesariamente coinciden.
Lógicamente su aprehensión cabal sólo se garantiza con una
tarea de verifi cación, esto es, con la segunda de aquellas perspectivas.
Pese a ello, sería un grave error despreciar el valor del sentimiento,
de las percepciones, puesto que a menudo son ellas las que
condicionan y transforman la realidad o, cuando menos, dan forma
a sus efectos.
Algo de esto sucede en el terreno jurídico y, específi camente, con
la forma de calibrar el grado de conquista de derechos y libertades
fundamentales que defi nen el talante de un Estado en la relación
con sus ciudadanos. Sentimiento y realidad no siempre caminan
de la mano y, sin embargo, el barómetro de su mesura lo marca en
ocasiones de forma decidida la vivencia acerca de las condiciones
del ejercicio de aquellas cuotas de participación social y política. No
hay mejor ejemplo que lo que sucede en relación con el ejercicio de
uno de los derechos que de forma más visible pergeña los perfi les de
una sociedad democrática y pluralista: el que asegura las libertades
de expresión y de información. Precisamente por ser un ejemplo
paradigmático de aquellas conquistas, la mayor o menor amplitud
que se conceda a su ejercicio tiene un extraordinario potencial para
condicionar el sentimiento acerca de los espacios garantistas de que
disfruta el individuo en sus relaciones intersubjetivas. Mientras mayores
sean los márgenes de libertad que se concedan en este terreno,
mayor será el grado de satisfacción sentida, de libertad percibida. Lo
cierto es, sin embargo, que la expansión de su reconocimiento puede
comportar un recorte de otros derechos, quizás menos visibles, pero
igualmente básicos en el trazo de la silueta de un Estado garantista.
El efecto será entonces una merma real de otras libertades, de
otros derechos y garantías que, sin embargo, pasarán a un discreto
segundo plano, sin despertar demasiados pesares por su pérdida o,
al menos, por sus limitaciones.1