Y es que en los distintos estratos de El juego de la taba se impone un estilo de vida: el del poeta, fundado en la capacidad de inaugurar cada vez todo aquello que le sucede. Todo ello conducido por la franqueza decisiva de Elías Moro, que sabe como Canetti, como Handke, como Walser que hay más lucidez en la escritura rebañada de lo consabido que en la búsqueda de lo inaudito. Extraordinaria escritura, propone un modo de confiar en la vida que convierte a Elías Moro en cómplice capaz de poner sentido y sensibilidad en ese rumor desatinado que es vivir.
Tomás Sánchez Santiago
«El juego de la taba:
Manosear los huesos de los muertos es, en nuestra cultura, casi un signo de aberración. Pero si los huesos de que hablamos son los de un animal, ese acto lo transformamos, sin remordimiento alguno, en juego, en celebración.
¿Y dónde está la diferencia?».