El desconocimiento que se cernía sobre los inicios del que está considerado como el principal representante de la escultura romanista en España, Juan de Anchieta (ca.1538-1588), queda superado en esta obra, que descubre o confirma una abundante actividad artística desarrollada por el joven Anchieta en Valladolid, Astorga y Briviesca.
El estudio se detiene en el aprendizaje del oficio de escultor en Medina de Rioseco, a la sombra del modesto Antonio Martínez, y en sus contactos, ya como oficial, con Inocencio Berruguete, personaje clave para entender su vinculación con Gaspar Becerra, que lo solicitó para su retablo astorgano. A su vuelta de la capital maragata fue Juni quien lo reclamó para participar en su taller, donde talló algunas de las imágenes de los retablos de los jesuitas de Valladolid hoy en Noreña, Asturias y de la capilla de los Alderete en Tordesillas. Al tiempo, Anchieta fue requerido por otros ensambladores y entalladores para los que realizó abundante obra dispersa por las actuales provincias de Palencia y Valladolid, labrándose un prestigio que le valió el llamamiento de Pedro López de Gámiz para trabajar en Briviesca. Sus intervenciones en el retablo de Santa Clara, en el de Santa Casilda de la Colegiata y en el de las monjas de Vileña lo confirmaron como el principal escultor de la mitad norte del Reino de Castilla y facilitaron su desplazamiento a Aragón y Pamplona.
Por último, el libro culmina con un capítulo dedicado al reconocimiento que de su reputación profesional realizaron sus coetáneos y con otro en el que se analiza la im-pronta dejada por Anchieta en el occidente castellano. El trabajo se completa con la transcripción de partes sustanciales de un pleito hallado en la Real Chancillería de Va-lladolid sobre el citado retablo de Santa Clara de Briviesca.