José Martín de Aldehuela (1724-1802), formado en Teruel como «maestro escultor» y, con Corbinos y Moyo en la ensambladura de retablos, profesión en la que alcanzó prestigio, fue un arquitecto importante gracias a su gran capacidad y a su extraordinaria versatilidad, un arquitecto puente cuyo maestro se reconoce en Ventura Rodríguez, que desempeñó un papel fundamental entre las opciones barrocas decorativistas tradicionales y la nueva alternativa clasicista. Aunando los conocimientos del dibujo, la perspectiva, la geometría y el ornamento pasaría al diseño de capillas, que luego monumentalizó en obras más complejas desarrollando una intensa actividad en Teruel, Cuenca y Málaga, y cuyo estilo evoluciona desde el ornato rococó hacia formas cada vez más clasicistas y racionales, siempre buscando soluciones creativas; pero fue también un sobresaliente arquitecto técnico como demuestran sus intervenciones en el campo de la ingeniería hidráulica.
En el mismo siglo XVIII D. Agustín Ceán Bermúdez lo consideró «uno de los arquitectos prácticos más acreditados de su tiempo» y D. Antonio Ponz resalta que «ha conocido quanto más importa el operar las verdaderas reglas del arte, que las extravagancias de los que sin inteligencia ni razón, ordenan las obras». Ya en nuestro tiempo D. Fernando Chueca Goitia escribió sobre él: «Pocos hombres había dado la arquitectura tan felizmente dotados para ejercerla en gracia a su poder de asimilación visual, sin el cual muchos arquitectos cargados de preceptos no han pasado de medianos. Si hubiera vivido en un medio más universal, si hubiera hecho obras más importantes y costosas, si hubiera contado con artistas y colaboradores más valiosos, podría figurar entre los grandes arquitectos. No sería el artista provinciano que hoy conocemos, autor de pequeñas obras hoy olvidadas, las más de ellas de pobres materiales, frágiles estucos, mármoles imitados y pinturas ingenuas. Pero el creador portentoso de formas arquitectónicas no deja por eso de estar ahí».