¿Quién fue uno de los personajes más singulares de la nobleza española, sobrino de Eugenia de Montijo, íntimo amigo de Alfonso XIII y secreto enamorado de la reina Victoria Eugenia? Ese hombre, descendiente de un noble linaje y dueño de un extraordinario patrimonio fue Jacobo Fitz-James Stuart (1878-1953), XVII duque de Alba, siempre fiel, como sus antepasados, a los reyes de España, a los que trató con familiaridad y no abandonó ni cuando partieron al exilio. Un ciudadano, monárquico de corazón y político por vocación que, para olvidar sus desengaños, viajó por todas las cortes de Europa, desde la de la reina Victoria a la de los últimos zares, emprendió arriesgados safaris y frecuentó los círculos sociales más refinados de una época en la que nobleza y honor parecían inseparables. Un diplomático que, tras la muerte de su jovencísima esposa a causa de la tuberculosis, fue nombrado por Franco embajador en Londres; una ciudad asolada por la Segunda Guerra Mundial y hostil al régimen español, donde utilizó sus buenas relaciones con la familia real inglesa y su estrecha amistad con el primer ministro Winston Churchill, para lograr el favor de Gran Bretaña. Un padre viudo cuya verdadera pasión fue su única hija, Cayetana, una niña con la que compartió algunos de los momentos más vibrantes de esta novela, por cuyas páginas se saborean la historia, las burbujas del champán, los tormentos de la guerra y los perfumes de la alta sociedad internacional.