Marcharon durante cuarenta días, metidos en lluvias y barro, para llegar con ejércitos de miles de soldados, acompañados de sus familias, lacayos y artesanos, atravesando Europa de sur a norte, donde nadie esperaba que lo consiguiesen. Y lo hicieron regularmente. Durante sesenta y seis años, para desespero de sus enemigos. Combatieron en tierras pantanosas, contra ejércitos que les superaban en número, a los que derrotaron, haciendo gala de furia y tesón, sin encontrar adversidad que no pudieran superar. Soldados muy preparados, plenos de moral, orgullosos de lo que eran y mandados por excelentes jefes, valientes y ejemplares, son los protagonistas. Temidos, tanto como admirados, fueron el pilar fundamental de aquellos ejércitos del rey, de los que no cubrían ni la tercera parte. Eran los tercios españoles. El autor nos vuelve a sorprender con esta obra, llena de ritmo y erudición. Con su peculiar estilo, nos lleva de la mano, en una trama, con personajes perfectamente definidos que se mezclan con los actores históricos, sin que se diferencien unos de otros. Con una lectura fácil y amena nos sumerge, página a página, en aquella encrucijada de nuestra historia, la guerra de Flandes, en pleno siglo XVI, donde la religión no fue más que la excusa para iniciar una guerra, sin más fin que la independencia de los Países Bajos y el declinar del imperio español. Comienza la novela cuando la guerra parecía irremisiblemente perdida y se hace cargo don Juan de Austria como gobernador general. Narra los diez años claves que siguen, hasta que su sobrino y sucesor en el cargo, Alejandro Farnesio, está a un paso de finalizarla.