El contenido de este libro es el resultado del interés por un sector de la literatura española que, dentro del espíritu simbolista, acusa la influencia de ciertos escritores belgas. Del simbolismo belga procede tanto esa obsesión por las ciudades decrépitas, de espléndido pasado y presente mortecino, de tan reiterada presencia en textos de los primeros años del siglo XX, como la creación de una imagen de España, asumida luego como propia y afirmada en obras literarias y pictóricas de Regoyos, Zuloaga o José Gutiérrez-Solana, entre otros. La gran creación azoriniana enlaza aquí con el clima pesimista, reforzado por la presencia de Schopenhauer, para conducirnos luego a unos ámbitos más amables, donde la literatura se convierte en el refugio salvador de un mundo carente de sentido.