Argumento de Imagen y Poder en Roma la Construccion Juridica de la Memoria de Ciceron a Tacit
El presente volumen se propone, desde un análisis minucioso de las fuentes literarias y jurídicas a nuestra disposición entre las épocas de Cicerón y Tácito, una aproximación a los perfiles que contribuyeron a la construcción de la memoria oficial en la cultura jurídica e historiográfica romana, sobre la base de la dialéctica entre imagen y realidad en los contornos y el centro mismo del poder, en una época germinal para Occidente, en que se produce el tránsito, con el epicentro en la creación del nuevo régimen por obra de Augusto, desde la resquebrajada República romana en el siglo I a. C. -el de César y Pompeyo- hasta el advenimiento de los Antoninos y el esplendor del Principado de Trajano y Adriano. Dividido orgánicamente, como obra unitaria, en cuatro partes (1. La hora de Cicerón; 2. Memoria, poder y república; 3. Memoria histórica: la forja de un concepto; 4. La ciudad y la imagen), el volumen se estructura en nueve estudios, enriquecidos con cuatro apéndices y dos exhaustivos índices finales de fuentes y autores, e indaga no solo en los límites con frecuencia imprecisos del pompeyanismo ciceroniano (y de su aún más ambivalente anticesarismo), sino en la configuración también de una auténtica literatura de la memoria, que halla eslabones de primera fila en creadores al margen como Catulo y en otros que pudieran calificarse de oficialistas en grados y sentidos diversos, como Salustio, el mismo Virgilio, Horacio o Plutarco, antes de su definitiva consolidación en la obra de los escritores latinos de la Edad de Plata posteriores a Séneca y Lucano, entre los que destacan de modo inmediato, aparte de Tácito, los nombres de sus grandes contemporáneos: Marcial y Juvenal, Plinio y Suetonio. En tal contexto ideológico, la creación literaria de modelos de conducta política conformes a la moral y el derecho que se pretenden dominantes, como Catón o Agrícola (con sus correspondientes anti-modelos), o la conformación penal de los crímenes castigados con las sanciones a la memoria (la genérica y retrospectivamente denominada damnatio memoriae), en una curva que alcanza una especial significación a partir del despotado de Tiberio y culmina más de medio siglo después en la frontal respuesta dada al de Domiciano, ponen igualmente de manifiesto, no solo la utilización orgánica de los intelectuales por parte de los poderes tardo-republicanos e imperiales, sino la preocupación (y dificultades) de la intelectualidad romana por precisar, no solo su propio papel, sino los límites del poder y el poder de la imagen, en la conquista secular de la memoria: obsesiones decisivas en Cicerón, pero también en Tácito. Se trata significativamente de realidades propias de una cultura urbana y política, creadora de un modelo de convivencia que los europeos identificamos como occidental, basado en el debate intelectual y político, hacedora de la memoria de la colectividad, vinculada umbilicalmente a un medio rural sin historia, en que la propia ciudad, la urbe misma, centro de la historia e irradiador de cultura, se configura, como un mensaje en sí mismo, en la más poderosa de las imágenes.0