Argumento de Ilusionarium
Christian Bennet, veterano periodista ganador de un Premio Pulitzer, recibe una enigmática llamada de Martha Sullivan, propietaria del diario El Sentinel de Nueva York, postrada por una enfermedad mortal, que le hace un singular encargo: quiere que localice a su hija y única heredera, Angela, desaparecida años atrás, ya que si esta no aparece el periódico caerá en manos de un grupo inversor.
La única pista de Angela está en unos recortes de prensa y un maletín que, tras la muerte del marido de Martha Sullivan, llegaron a sus manos, recortes que hablan de la trayectoria profesional como afamada ilusionista de la chica, convertida en la maga Daisy.
Esa extraña petición remueve en Bennet algunas historias del pasado, como la culpa con la que convive desde hace años por la muerte de Lorraine, la joven amante con la que compartió algunas semanas de su vida.
Bennet descubre que, al parecer, Angela Sullivan murió en un accidente de coche que acabó con el vehículo en las frías aguas del Sena, en París. Sin embargo, el cuerpo jamás fue encontrado.
Christian Bennet empieza a sospechar que la historia oficial es mentira, y que Angela sigue viva, ocultando su verdadera identidad en algún lugar.
La gran incógnita estriba en averiguar dónde está y por qué se mantiene en la sombra.
Todo parece un tremendo truco de magia. No hay que preguntar el cómo se hace ni por qué nos dejamos engañar. En el periodismo eso no vale, y en la vida real tampoco. ¿O quizá sí?1