A lo largo de 200 páginas, introducidas por la extraordinaria ilustración de portada del pintor José Ferré Clauzel, un grupo de mercenarios íberos, procedentes de orillas del Ebro (el Iberus), acompañan al cartaginés Aníbal Barca en su marcha sobre Roma. Durante esta campaña:
El destino del Mediterráneo puede decidirse en una llanura cerca de Cannas, en la región de Apulia. Tras realizar la proeza de atravesar los Alpes y lograr contundentes victorias en el río Trebia y en el lago Trasimeno, Aníbal avanza de forma imparable por la península itálica al mando de un ejército mercenario en el que el contingente íbero tiene un peso específico.
El Senado romano ha enviado un ejército de proporciones descomunales para acabar con la amenaza de manera definitiva. Las tropas se encuentran bajo el mando de los cónsules de ese año, Emilio Paulo y Terencio Varrón.
Entre las filas cartaginesas hay un reducido contingente de íberos sedetanos procedentes de una pequeña población situada en el curso medio del Ebro, cerca de Salduie (Zaragoza). Dirigidos por el sensato e inteligente Terkinos, hijo mayor del jefe de su aldea, y su indómito y joven hermano, Abiner, se enfrentarán a las legiones de Roma en una de las mayores batallas de la Antigüedad.