El progreso también ha facilitado una imparable avalancha de información que apabulla al individuo y no le deja ver el bosque por los árboles. Se confunde la información con el conocimiento, y se acepta sin crítica una gran cantidad de cosas que simplemente son medias verdades o enteras falsedades. Sin la facultad de pensamiento crítico, la información hunde la mente en la incompetencia. Las escuelas se dedican a enseñar qué pensar en vez de cómo pensar y nuestras sociedades se tornan cada vez menos flexibles y más dogmáticas, excluyendo al pensar alternativo que tanto necesitamos para llegar al futuro de una manera digna de recordar.