«Paren las rotativas, pero no acumulen periódicos viejos en el salón de la casa: el gran revolucionario de la novela histórica E. L. Doctorow (pensar en El libro de Daniel, Ragtime y Billy Bathgate, entre otras) vuelve a hacer y deshacer historia.» Rodrigo Fresán «Soy Homer, el hermano ciego. No perdí la vista de golpe, fue como en el cine: un fundido lento.» Así empieza la historia de los hermanos Collyer que conmocionó al Nueva York de finales de los años cuarenta cuando los encontraron sepultados bajo toneladas de basura en su mansión de la Quinta Avenida. Doctorow aprovecha su propia fascinación por ellos, para llevarnos de la mano a través de los acontecimientos que rodearon la vida de sus personajes, que deciden ausentarse de la vida pero que a cambio consiguen que la vida acuda a la puerta de su casa. «Yo era adolescente cuando se encontraron los cadáveres de os hermanos Collyer en su mansión de la Quinta Avenida. En cuestión de horas se convirtieron en leyenda, en seres mitológicos. En ese momento y ono sabá que algún día iba a acabar escribiendo sobre ellos, pero sentía incluso entonces que había algún tipo de serceto. ¿Se trataba tan sólo de excéntricos que coleccionaban basura? Eso es algo que se ve a diario en Nueva York. Se habían apeado de todo. Eso era lo más importante. Venían de una familia adinerada, con todas las ventajas, pero habían decidido cerrar las puertas y ventanas de su mansión, ausentarse de la vida que seguía sucediendo a su alrededor. Ésa fue su mayor decisión, una que les transformó la vida tanto como si hubieran emigrado. En realidad, fue una forma de emigrar, de huir. Pero ¿hacia dónde? Como mitos que son, los hermanos Collyer requerían no que se investigara sobre ellos sino que se les interpretara.» E. L. Doctorow.