En 1949 David Kidd se casó con la hija de una aristocrática y acaudalada familia china, y durante dos años, antes y después de la revolución comunista, vivió en la mansión familiar de Pekín. La revolución iba a suprimir rápidamente las antiguas tradiciones y las viejas formas de vida. Este libro es el retrato íntimo de un mundo elegante y refinado, de viejas costumbres milenarias, un retrato memorable y conmovedor porque el mundo que en él se describe iba a ser implacablemente destruido. «Siempre tuve la esperanza nos dice Kidd de que algún académico joven y brillante se interesaría por nosotros y por nuestros amigos chinos antes de que fuera demasiado tarde, de que estuviéramos todos muertos y las maravillas que habíamos contemplado quedaran sepultadas en el olvido. Pero este joven no ha aparecido y, por lo que sé, soy el único cronista con material de primera mano sobre esos años extraordinarios que vieronel final de la vieja China y los comienzos de la nueva.» «El relato de Kidd oscila entre la ficción y la realidad. Parece demasiado bonito para ser real, como las perfectas tramas de las grandes sagas chinas y victorianas. Su clímax, sin embargo, el inexistente capítulo final del libro, está escrito por los hechos: el desmoronamiento de un imperio de más de cuatro mil años. Conseguir esto en apenas doscientas páginas es asombroso.»
Alberto Manguel